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sábado, 21 de abril de 2012

Vientos de cambio


No sé como ha llegado hasta a mí este maravilloso artículo, pero por su importancia lo traigo hasta mi blog y será el primero que traiga y con el que estrenemos el mismo. Recomiendo su lectura.

VIENTOS DE CAMBIO

“El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu” (Jn 3,8). Con estas palabras Jesús de Nazaret invita Nicodemo a escuchar la voz del Espíritu de Dios. Es su conditio sine que non para nacer de nuevo y entrar en el Reino de Dios (cf. Jn  3, 3,5). Un invitación semejante de su Señor llega hasta la Iglesia del siglo XXI en estos tiempos tan extensos de encrucijadas y tan aturdidos en la crisis. Pero con una particularidad. El Soplo del Espíritu no es un viento poderoso que “arranca matojos y limpia los caminos de destrozos” contra la justicia y la libertad, como hemos cantado tantas veces gracias a la inspiración de José Antonio Labordeta. Tampoco parece que sea verdad que “la semilla de los nuevos tiempos llega con los vendavales”, como cantaba Carlos Cano en memoria de aquel gigante de la solidaridad con los pobres y testigo del Evangelio que fue Diamantino García. El Soplo del Reino de Dios y de Jesús de Nazaret tiene mas bien la intensidad sonora del susurro de aquella brisa suave, que el profeta Elías escuchó en el monte Horeb (cf. 1Re 19,9-12). Si hacemos caso a Dolores Aleixandre, la Iglesia va a necesitar escuchar “la voz de un silencio tenue”1 en un época y en un espacio agitados por aires huracanados de todo tipo. Tarea nada sencilla en medio de tanto barullo tanto barullo ensordecedor. Y sin embargo de una importancia vital para ella.
Con sensibilidad evangélica y una sabiduría que recuerda a la de los parapentistas, la Iglesia ha de saber identificar la voz del “Viento de Dios”, averiguar donde sopla y en que dirección para dejarse mover por él, y no por “otros aires”, aunque soplen desde la curia vaticana. Y si alguien se siente molesto por esta alusión a la curia, le invito a recordar una lección de historia reciente de la Iglesia: el concilio Vaticano II, bajo la dirección del Espíritu Santo, salió adelante con la oposición de los poderes fácticos de la curia vaticana y tras rechazar algunos de los esquemas iniciales que los curiales habían preparado para el debate y la aprobación conciliar. El Soplo de Dios es el único aire capaz de convertir el actual desmoronamiento de la institución eclesial en el vuelo de la sacramentalidad salvífica para la humanidad (cfr LG 1) y de impulsar a la Iglesia nuevamente rumbo a los espacios del Reino para acogerlo y servirlo. Este cuaderno está escrito con la intención de compartir con los compañeros y las compañeras de mesa de Jesús esta convicción: vientos de renovación recorren la Iglesia impulsados por la voz de Dios.
El Soplo de Dios viene envuelto en los vientos recios de cambio que hoy recorren nuestro mundo. Unas veces chocando, otras sorteando, pero siempre pugnando con otras corrientes poderosísimas que pretenden sofocarlos para perpetuar “el desorden establecido” en el que vivimos. En este crucial contexto histórico el anuncio del Reino de Dios no podrá ser anunciado si no va acompañado “del testimonio de la potencia del Espíritu Santo, presente en la acción de la comunidad cristiana al servicio de sus hermanos  y hermanas, en los puntos donde se juegan éstos su existencia y su porvenir” (Pablo VI, Octoigesima Adveniens 51). Entendemos los signos de los tiempos  como los ecos del Soplido susurrante de Dios y subrayamos la importancia de su indagación y discernimiento para que una Iglesia, renacida de nuevo, pueda dar testimonio de la potencia del Espíritu, cumpliendo hoy con su misión de anunciar e instaurar el Reino de Dios, siendo ella misma, “en la tierra el germen y el principio de ese reino” (LG 5)

Introducción de Vientos de Cambio
La Iglesia ante los Signos de los Tiempos
F. Javier Vitora
Cuadernos Cristianisme ijusticia

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Jesús González Adánez
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Música, orar cantando